LA MUJER MORENA

[gracia.jpg] 

 “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con sus ojos de misterio, y el alma llena de pena, puso en sus manos de bronce la guitarra cantaora y en su bordón hay suspiros y en su capa una dolora...” 

Ofrenda


                                                             El baño de la colegiala
El artista cordobés pintó numerosas figuras femeninas, mujeres morenas de misteriosa y profunda mirada que escandalizaron en su época, debido a la carga erótica que ofrecía su semidesnudez. En su mirada hay una ocultación del deseo, al mismo tiempo, que provocan una intensa sensación de ardor y erotismo. Son figuras ensimismadas, encerradas por su propia pasión, alegorías de la sensualidad y del pecado.


La pintura de Julio Romero es particularísima. Supone el resurgir de la pintura italiana del renacimiento, en su forma y métodos y en su afán de hacer de cada cuadro, como hace Botticelli, un talismán de fuerzas psíquicas y espirituales. De atrapar la esencia, el alma y fijarla en el lienzo. Su maestro indiscutible es Leonardo da Vinci, paradigma del Renacimiento. De él, el tratamiento de los fondos, que parecen surgir del mundo de los sueños, en su poética artificiosidad. Los fondos de sus cuadros refuerzan el simbolismo del tema. Son paisajes desmaterializados para la íntima vivencia del que mire el cuadro. De Leonardo también lo magistral de la línea y el contorno de las figuras que aparecen en primer plano; los perfiles pierden su dureza sin que se eliminen los contrastes. El esfumado, que evoca sin duda la vida de los sentidos como en una caverna, la que Platón describe en “La República”. 

  La venus Grande. 


La morbidez de sus desnudos, carne y sangre en la realidad; tierra y carmín en el lienzo. En cómo resbala la luz sobre carnes y ropajes. Son propios e indiscutibles suyos la asociación de mística y erotismo, de elevación y sensualidad, el hondo, casi abisal psiquismo de sus mujeres. La pena negra que corre a través de sus cuadros como aguas profundas, cuando no estancadas. Es de Julio Romero, sólo de él, el personalísimo registro de su paleta. El énfasis que hace en la elección de temas de cante hondo. Para entender su pintura hay que hacerlo a través del cante hondo. Y es que Julio Romero de Torres, antes de afirmarse en su vocación de pintor, a punto estuvo de hacerlo de cantaor flamenco:
En Magdalena de 1920,  los ojos de la modelo tienen una mirada misteriosa. Su postura es relajada, reposa sobre un ánfora de cobre, proporcionando sensación de serenidad .


Naranjas y limones (1928), representa a una joven que lleva entre sus pechos desnudos un puñado de naranjas. Sus ojos, que producen una intensa sensación de misterio, hacen que su mirada posea una enorme carga psicológica. Es una obra de gran erotismo.Estamos en el momento de plena madurez de Julio Romero de Torres (1928) que nos ofrece ahora una obra que rebosa erotismo. Se trata de un estudio de Asunción Boué que lleva, entre sus pechos desnudos, un puñado de naranjas.
En momento la obra fue sentida como una auténtica provocación por los elementos más reaccionarios de la sociedad. Se trataba, realmente, de una exaltación clara de la vida y de la sensualidad en unos momentos en que el pintor había dado señales de estar padeciendo una grave dolencia que afectaba a su hígado y sus pulmones.
Como fondo de la obra se nos brinda la imagen de un patio en el que junto a un naranjo se distinguen diversas macetas y restos de antiguos capiteles.


foto

Detalle del Retablo del amor, 1910 




No hay comentarios:

Publicar un comentario