LA MAJA DESNUDA

La maja desnuda sería pintada en los últimos años del siglo xviii. Su piel nacarada se resuelve con una pincelada larga que proporciona una calidad tersa y esmaltada que contrasta con los tejidos blancos y azules sobre los que reposa su cuerpo, resueltos con una técnica más destellante. La maja vestida se pintaría en los primeros años del siglo xix y su técnica se revela más avanzada, con pincelada suelta y abocetada y un colorido más rico y vibrante, desplegado en la indumentaria ceñida a su cuerpo, realzando sus formas, lo que hace a la joven más incitante, si cabe, que mostrada en su total desnudez; esto llevó a la condesa de Pardo Bazán a definirla como «más que desnuda».

 

 Se ha pensado que Godoy encargó a Goya la doble versión de las majas partiendo de la tradición que existía al menos desde el siglo xvi de pintar el desnudo femenino formando parejas que dieran una visión anatómica completa; aunque también se ha apuntado la visión realista de la pintura española con modelos como la monstrua vestida y desnuda de Carreño de Miranda (Museo del Prado), que Goya podría haber transformado en la monstruosa naturaleza de la sensualidad, según Licht.


En cuanto al modelo, se ha especulado sobre quién pudo posar para el pintor. Parece descartado que fuese la duquesa de Alba y si quien las encargó fue el ministro real, es posible que la modelo fuese su amante Pepita Tudó. Lo que es evidente es que el pintor presenta un modelo real alejado de los modelos plasmados por sus antecesores, que idealizaban el cuerpo femenino para representar deidades clásicas. Posiblemente se trata de una mujer de clase social alta como se desprende por los zapatos dorados puntiagudos que calza la maja vestida, calzado propio de la aristocracia a pesar del bolero amarillo que viste, propio de la indumentaria popular. Su cuerpo voluptuoso, de generosos senos y caderas ,se muestra muy veraz, con una pose que hace que la modelo se exhiba provocadora, sensual y sin recato, lo que contrasta con su rostro inexpresivo y su cabeza, que parece encajada en el cuerpo de manera ilógica, quizás para no desvelar la identidad de la modelo en una sociedad donde no se habría permitido su osadía y descaro.

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