Desnudo en el agua. Salvador Dalí, 1925
Sensual, descriptivo retrato, donde el deseo se hace líquido. Pintado en
la época que estaba bajo la influencia de Ingres. Una vez más Dalí
revela su fetichismo con el trasero humano, tal como solían decir su
hermana Ana María, y su íntimo amigo, el Poeta Federico García Lorca. A
quien se lo mencionaba como el amante de Dalí, relación que fue
desmentida por el artista, pues él afirmaba que jamás había existido
penetración sexual. Dejando de lado conjeturas, ó, verdades detrás de
las bambalinas, observamos que dicha pintura nos confirma una vez más el
genio del artista. Dalí con su ambigüedad simbólica revela que él es el
dueño de la bella mujer. Con color carne, pocos trazos, y una mano que
busca la caricia incipiente, incita la imaginación con sensaciones
eróticas. Con su magia Dalí expone, nos envuelve, y acelera la agitación
pulsante. Su mente le permite y se atreve a pincelar lo que desea; tal
cual lo siente. Con maestría evade límites y preámbulos, se otorga así
mismo el permiso creativo. Dalí al usar su método de críticas
paranoicas, intensifica la producción de diferentes asociaciones. Crea
con excelente habilidad pictórica tanto bellas realidades, como tensas
fantasmagóricas deformaciones. En las cuales incluye: miedos, burlas
religiosas, deseos sexuales sin reservas morales, la brutalidad del
maligno y su mortal decadencia. Por ende, consigue una obra
extraordinaria, valiosa, excéntrica, extensa, intensa, diferente,
colorida, atrayente, vibrante, grandiosa y latente; tanto que aún se
exhibe con orgullo a lo largo y ancho del escenario mundial. En donde
cada día que pasa adquiere más reconocimiento y mejor evaluación
monetaria.
Tomado del original en http://blogsdelagente.com/ por Deméter