LA DAMA DE SARDAÑUELA

Tiziano realizó para Felipe II una serie de pinturas conocidas como “Poesías” inspiradas en textos clásicos, principalmente las Metamorfosis de Ovidio. Además de las dos del Museo Prado -Danae y Venús y Adonis-, figuraban Diana y Acteón y Diana y Calixto (Edimburgo, National Gallery) Fue Tiziano quien eligió los temas de las obras y las bautizó como “Poesías”, concebidas como pinturas para deleite de los sentidos ajenas a interpretaciones simbólicas o morales. A diferencia del “Camerino de alabastro”, desconocemos dónde colgaban las “Poesías”.

Las “Poesías” se citan en el Alcázar desde 1623. Localizadas posteriormente en el nuevo Palacio Real de Madrid y la Academia de San Fernando, ingresaron en el Museo del Prado en 1827. 


En 1545, siendo todavía príncipe, Felipe II enviudó de su primera esposa, María Manuela de Portugal. Tenía 18 años y un implacable ardor sexual que le llevaba a vivir romances por doquier. Sin embargo, a raíz de la muerte de su esposa intensificó sus relaciones con una dama de la Corte a la que ya había conocido íntimamente en Toro antes de desposarse con la portuguesa. Se llamaba Isabel de Osorio y era hija de Pedro de Cartagena, a la sazón descendiente del judío converso burgalés Pablo de Santamaría, quien antes de abrazar el Cristianismo había sido gran rabino de la judería de Burgos con el nombre de Selemoh-Ha Leví.
Hacia 1551, en una visita a Augsburgo, el futuro monarca coincidió con Tiziano, a quien encargó dos obras de carácter mitológico y rebosantes de erotismo y sensualidad. Se trataba de Diana y Júpiter y Venus y Adonis. Existe la teoría de que Tiziano no se inspiró en modelos cualquiera. Que, a instancias del monarca, el pintor hizo de su Diana y de su Venus un retrato especial, correspondiendo el rostro de ambas diosas a Isabel de Osorio para, de esta manera, consolarse el rey en su contemplación a la espera de desposarse con la Tudor. Y más aún: afirman que en Venus y Adonis el rostro del hermoso dios no es otro que Felipe II, que por entonces, al igual que el modelo del cuadro, tenía una casi imperceptible pelusilla como bigote y barba.
Dos años después del segundo casamiento del rey, Isabel de Osorio sigue manteniendo una apasionada relación con Felipe II, quien le avalará una de sus empresas más ambiciosas. Así, en 1556, la dama hereda una enorme finca cerca de Burgos, en la vega del río Ausines, entre Olmo Salbos, Cojóbar, Saldaña y Sarracín. Sabedora de que su amor por el rey nunca podrá ser pleno, tiene pensado aislarse y concibe la construcción de un palacio señorial en el que pueda vivir tranquilamente. Y decide comprar al Consejo de Haciendo la jurisdicción civil y criminal de toda esa zona. De esta serie de cuadros, inspirados en las Metamorfosis de Ovidio, quiso que las dos primeras fueran de un marcado erotismo que hoy rompe con la idea de severidad y rectitud que hoy se tiene de Felipe II. Pero lo más siginificativo fué que pidió que el rostro de Dánae recibiendo la lluvia de oro fuera el de Isabel de Ossorio. Una diosa desnuda en actitud inequívocamente provocadora. Una turbación para el espíritu enamorado de Felipe II. no tuvo en cuenta prejuicios moralistas, daba la sensación de que no le importaba el escándalo que podría suscitar. Dánae mitigo el desconsuelo de la separación en 1554 cuando viajóa a Inglaterra para casarse con María Tudor. Dánae se muestra con su blanca desnudez y los ojos extasiados de placer, los rubios cabellos, le curaban del espanta de la realidad de su esposa una desdentada cuarentona y esperpéntica que lucía pelucas de colores y que le hizo creer en dos ocasiones que estaba embarazada cuando en realidad lo que albergaban sus entrañas eran gases y no un heredero. La segunda entrega de Tiziano, Venús y Adonis también posee los rostros de los amantes, de Isabel y Felipe. Pero la escena resulto una triste premonición del futuro que les aguardaba: Venús intenta retener inútilmente a un Adonis que, con paso firme, se encamina a su misión. En la actualidad, ambos cuadros se eshiben en el Museo del Prado.
La dama de Sardañuela no se casó jamás. Paso los siguientes treinta años de su vida en un encierro voluntario, hasta que murio en 1589 a los  67 años de edad.  El único trono que alcanzó Isabel fué el corazón de Felipe. El gran amor del monarca acabó empujado al rincón de los proscritos. Se acaba de publicar una obra sobre el tema: Una diosa para el rey, de Mari Pau Domínguez.  


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