SALOME

Texto bíblico atribuido al Rey Salomón (circa 1020 aC) que exalta, con sensualidad y erotismo, los amores, encuentros y separaciones del Rey con la Sulamita.
Se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, lejos de todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa.
El Rey Salomón y la Sulamita, han sido forzados a separarse, no obstante se buscan con desesperación, cantan su amor en una forma poética, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la esperanza de volver a estar juntos eternamente, es el clásico tema de “El amor siempre triunfa”.
Después, a este texto, trataron de deserotizarlo, de ocultar toda intención sexual y sensual; leamos unas estrofas y que cada uno saque sus conclusiones: 

Salomé bailando la danza de los siete velos. G. Moureau,

.


¡Que me bese ardientemente con su boca!
“He aquí que tú eres hermosa, amada mía;
¡Cuánto mejor que el vino tus amores,
y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
Huerto cerrado eres, esposa mía;
fuente cerrada, fuente sellada.
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
y coma de su dulce fruta.
Los contornos de tus muslos son como joyas,
obra de mano de excelente maestro.
Tu ombligo como una taza redonda
que no le falta bebida.
Tu vientre como montón de trigo
cercado de lirios.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
Tu cuello, como torre de marfil.
¡Qué hermosa eres, y cuán suave!,
¡Oh amor deleitoso!
Tu estatura es semejante a la palmera,
y tus pechos a los racimos.
Yo dije: Subiré a la palmera,
asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
y el olor de tu boca como de manzanas,
tu paladar como el buen vino,
que entra en mi amado suavemente.
Ven, amado mío, salgamos al campo,
levantémonos de mañana a las viñas;
veamos si brotan las vides,
si han florecido los granados;
allí te daré mis amores”. 


Hay que hacer mucho esfuerzo para tratar de negar el contenido amoroso, sexualizado y erótico de estos versos, todo basado en el concepto de que el sexo es algo reñido con la espiritualidad, con la religiosidad.
En cambio, el Cantar de los Cantares enaltece al amor y a la sensualidad, a despecho de los represores para los cuales a la sexualidad hay que negarla, ocultarla, desmentirla.
Pero estos versos prueban, a través del tiempo, que el amor perdura, Eros impregna todos nuestros actos haciéndonos mejores, permitiéndonos vivir de manera más feliz y placentera.


Salomé es el reflejo, la conjunción perfecta de Eros y Thanatos, la mujer sensual, perversa, turbadora y fascinante flor del mal. Símbolo de belleza, voluptuosidad, crueldad y astucia, una suma de elementos que la ha encumbrado por encima de cualquier otra: Eva, Lilith, Judith, Medusa, Pandora, Jezabel.
Danza de Salomé. G. Moureau, 1876

No has querido dejarme besar tu boca, Iokanaán. Pues bien, la besaré ahora. La morderé con mis dientes como si fuera un fruto maduro. Sí, besaré tu boca. Iokanaán. ¿Acaso no te lo dije? Ahora la besaré.
Pero ¿por qué no me miras, Iokanaán? Tus ojos, tan terribles, con aquel fulgor de cólera y desprecio, están ahora cerrados. ¿Por qué están cerrados? ¡Abre los ojos! Alza tus párpados, Iokanaán. ¿Por qué no me miras? ¿Es que acaso me temes, Iokanaán?
Y tu lengua, que era como una serpiente roja que destilara veneno, está ahora inmóvil y muda, Iokanaán, esta víbora roja que vomitó sobre mí su veneno. Es extraño. ¿Verdad? ¿Por qué está ahora inmóvil la víbora roja? No has querido saber nada de mí, Iokanaán. Me has rechazado. Me has dicho cosas infames. Me has tratado como a una cortesana, como a una prostituta, ¡a mí, la hija de Herodías, princesa de Judea! Pues bien, Iokanaán, yo vivo aún, pero tú has muerto y tu cabeza me pertenece. Puedo hacer con ella lo que quiera. Puedo arrojarla a los perros o hacer que sirva de pasto a las aves. Las aves devorarán lo que hayan dejado los perros...
[…]
¡Ah! ¿Por qué no me miraste, Iokanaán? Si me hubieras mirado, me habrías amado. Sé que me habrías amado, y el misterio del amor es más profundo que el misterio de la muerte.
Salomé. Oscar Wilde

La aparición. G. Moureau, 1874-1876


La aparición. G. Moureau, 1876

El simbolismo y especialmente Gustave Moreau elevarían a Salomé al rango de musa inspiradora, ya que ella encarna a la perfección a la mujer fuerte, decidida que lucha y se enfrenta a las convenciones, a la mediocridad y a la hipocresía reinante. Ella es la gran Diva.  

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