LOS SUEÑOS DE COURBET

En Mujer en las olas, Courbet evoca el mito de Venus nacida del mar, pero astutamente subvierte la figura de la pose, que deriva de las convenciones académicas,...


´La mujer en las olas´, de Gustavo Courbet (1868).
  
Cuenta Homero, como de madrugada los dos amantes fueron sorprendidos por el sol, que fue a contar la aventura a Hefesto.Éste preparó secretamente una trampa: se trataba de una red mágica que él solo podía accionar. Una noche en que los dos amantes se hallaban en el lecho de Afrodita, Hefesto cerró la red sobre ellos y llamó a todos los dioses del Olimpo. El espectáculo produjo en todos extremo regocijo. A ruegos de Poseidón, Hefesto consintió en retirar la red, y la diosa escapó, avergonzada, hacia Chipre,mientras Ares se dirigía a Tracia. En La mujer en las olas se hace patente, una vez más, que Courbet es uno de los pintores que mejor ha sabido expresar la sensualidad del cuerpo femenino.
s amores nacieron: Eros y
En su famoso Las amigas (1866), dos lesbianas enlazadas sobre una cama, visiblemente exhaustas después de hacer el amor, se deleita con morosa complacencia en el cuerpo rosado y caliente de la morena frente al blanco y frío de la rubia. Se trata de un cuadro de carácter sensual, propio de algunas de las obras que el autor pintó durante el Segundo Impeerio   Protagonizan el cuadro dos figuras femeninas desnudas durmiendo, que recuerdan a las figuras de diosas mitológicas de la Escuela veneciana.  Trataba un tema morboso para la época en que vivió el artista: la relación sexual entre dos mujeres. Aún es objeto de debate si se trata sólo de representar el sueño inocente de dos amigas o se trata de una obra sobre el amor lésbico.  
 El sueño. Gustave Corbet, 1866


La puesta en escena es refinada. Las mujeres están sobre una cama, enmarcada por cortinas de terciopelo azul oscuro. Se ha considerado que, por la expresión del rostro, la mujer de cabellos rubios tiene un sueño erótic. En primer plano, sobre una mesita de madera con motivos florales en la tapa, hay un cáliz y un collar de perlas roto han de interpretarse como alegorías. En efecto, el collar roto que pasa por debajo de la mujer morena, simbolizaría la falta cometida mientras que el cáliz es signo de arrepentimiento. Junto al cáliz, hay una botella azul y una jarra de cristal. Al fondo, a la derecha, hay un jarrón con flores, posible regalo de una de las amigas a la otra.
En La mujer del loro (1866), la cabellera desparramada sobre el lecho, la boca entreabierta y los dedos separados que picotea un loro agresivo y voraz se convierten en una explícita invitación sexual. Pero el erotismo aumenta en La mujer en las olas (1866), cuyos pezones son sin duda los más carnales y atractivos de toda la historia de la pintura. En cuanto a las cabelleras, vemos aquí las cuatro versiones de Jo, la bella irlandesa (Joanna Hiffermann), cuyas manos juguetean con sus rizos pelirrojos. No lejos aparece su obra más recóndita: El origen del mundo, pintado para Kahil-Bey, un diplomático otomano, y redescubierto a mitad de los años cincuenta en un anticuario por Sylvia Bataille, entonces esposa del psicoanalista Jacques Lacan (según otros testimonios sería Lacan mismo quien la compró: sobre ello, el libro de Thierry Sabatier L’origine du monde, París, 2006, es espléndido y apasionante). Este sexo femenino es hoy ya un icono de la libertad en materia sexual pintada y ha inspirado a múltiples artistas, de Picasso a Duchamp hasta los más jóvenes. Es otra delicia de la exposición, una de las obras maestras del arte del desnudo, escondido durante muchos años por el puritanismo de la época. Hoy ya cuelga del Museo de Orsay, tranquilamente, para mayor gloria de un pintor libertario y vital, y que jamás renegó de sus principios.eros, Deimo y Fobo, y Harmonía. 

 

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